Destinos de un Trotarríos, apuntes a pie de río.

Destinos de un Trotarríos, apuntes a pie de río.

miércoles, 4 de abril de 2012

Pregón de la X Edición del "Campano Soriano" 2012



Pregón de la X Edición del Campano Soriano
2012
De campanas, truchas y rituales

Desde muy pequeño mi vinculación a Soria ha estado patente por
ser mi madre de Gómara. Por este motivo, y por tener a la familia
materna en Éibar, viajábamos todos los veranos desde Valencia
hasta la localidad armera. Hacíamos los primeros años el trayecto en
un 1400 negro, -la gama de colores de SEAT por entonces pasaba
del negro antracita al negro carbón-, y después en el pequeño 600
gris al que mi hermana llamaba cariñosamente "el perolet con
ruedas". Realizábamos el viaje por etapas; la primera de Losa -el
pueblecito a orillas del Turia en donde vivíamos- a Teruel, o si
hacíamos un extra hasta Calatayud; en la segunda el paso por Soria
era obligado para visitar a los familiares y amigos de Gómara,
Tejado y Castil. Eran viajes largos pero tranquilos, sin prisas, en los
que prevalecía el placer de viajar contemplando y admirando el
paisaje tan variopinto por el que pasábamos desde el Mediterráneo
hasta el Cantábrico. Al pasar por los pueblos de Burbáguena,
Báguena  y Daroca, en la ribera del Jiloca, no había vez que mi
madre, al ver las altas torres mudéjares de sus campanarios  no
mencionase un dicho que siempre, y aun hoy, me resultaba curioso
y llamaba mi atención: "Torres las de Aragón, y campanas las de
Castilla".

Según la tradición, la relación entre las campanas y la pesca tuvo su
origen en la pesca del "rey del río", el salmón, cuando las campanas
de los pueblos ribereños del Narcea repicaban anunciando la captura
del primer salmón de la temporada. Por este motivo, no es de
extrañar que cuando se habla del "Campanu" se asocie enseguida la
imagen del salmón en Asturias. Pero he aquí el primer concepto
claro que quiero trasmitir hoy a los presentes: si las campanas de
Castilla tienen reconocida reputación, y siendo Soria provincia
castellana de rancio abolengo, llegará pronto el día, -si no ha
llegado ya-, en que al nombrar "El Campano" todos, profanos y no
profanos en la materia, exclamen con contundencia ¡El Soriano!


El segundo concepto me ha tenido algo perdido al intentar escribir

este pregón, puesto que tratándose de campanas más que
"Pregonero" debería haber sido nombrado "Campanero". Dejo aquí
la idea para futuras ediciones, a sabiendas de que la ilustrada
capacidad de iniciativa del amigo Jaime sabrá tomar buena nota de
ella.

Pero dejemos a un lado campanarios y campanas y centrémonos en
lo que hoy toca y es motivo de que estemos aquí: las truchas y
Soria, o Soria y las truchas; que tanto monta monta tanto la una
como la otra.

Pese a que como decía al principio, en mis viajes a Soria de niño,
adolescente y más tarde ya de adulto no tuve ocasión de pescar en
ninguno de sus ríos hasta bien entrado en años. Eso no quitó para
que, desde que tuve conciencia piscatoria -que fue bastante pronto-,
en las visitas al alto Duero por tierras de Vinuesa y a la Laguna
Negra, haciendo gala de buenas piernas, no me tentara el pescar;
pero las circunstancias al depender de otros menesteres ajenos a mí
no me lo permitieron hasta muchos años después. Tuve que esperar
y así, en julio del 2006 logré conseguir un permiso para el coto de
Sotos en el afamado Ucero. Recuerdos tengo de este viaje que
perdurarán en mi mente de por vida. La imagen del Ucero al
atardecer en el puente del Burgo de Osma, el frescor del amanecer
camino de Sotos, la corza curiosa que sorprendí -o quizás ella a mí-
bebiendo en la orilla del río, los nombres poéticos de los pequeños
pueblos de la ribera: Barcebalejo, Valdelubiel, Valdemaluque y,
sobretodo, las resabiadas truchas del Ucero que no me lo pusieron
nada fácil la primera vez.

A este viaje han seguido varios más, todos con la misma ilusión
aunque con distintas suertes, como en los toros.  Porque la pesca
tiene distintas suertes: la de encontrar el río en buenas condiciones,
la de que las truchas quieran comer, la de acertar la mosca, la de
saber presentarla, la de que el tiempo acompañe, la de..., bueno,
¡qué más da! Viajar a Soria tiene más importancia que la que
queramos encontrar en sus truchas. Supone viajar a un rincón de
España en donde el tiempo parece detenerse, y en donde las
tradiciones perduran agarrándose a la tierra con fuerza. Soria es
mucho Soria.

Siempre que la ocasión se me ha brindado, he aprovechado para
viajar "Camino de Soria", buscando al pasar por ella la sensación
que plasma la canción:

Voy camino Soria,

¿tú hacia dónde vas?

Allí me encuentro en la gloria

que no sentí jamás.

Tras haber visto cumplido el sueño de pescar en Soria, me quedaba todavía otro sueño, el de tener amigos de afición sorianos. La pesca, queridos cofrades, tiene para mí un añadido de importancia: la amistad que se genera a pie de río, una amistad franca que se aprecia por encima de todo y que hace grande a nuestra afición. Había viajado por muchos lugares, pescado en muchos ríos y hechas muchas amistades. En Castilla-León tenía ya amigos en Ávila, Salamanca, Zamora, León, Valladolid, Palencia, Burgos..., pero me faltaba Soria. Pensaba que era cuestión de tiempo y así fue. Recuerdo como un día, a principios del pasado año, recibí una llamada telefónica. La persona en cuestión se presentó como el presidente del "Campano Soriano". La voz denotaba una persona activa, ilusionada y con energía, que transmitía perfectamente toda la ilusión propia de un emprendedor en su conversación. Además, como cosa de meigas, resultó ser de Gómara... No se podía pedir más, teníamos todos los ingredientes para congeniar: afición, orígenes y también el sueño de impulsar el "Campano Soriano" dándole el prestigio que se merece.


Y es aquí donde llega el turno de hablar de tradiciones, y en concreto de una muy especial para todos los que hoy estamos aquí: la tradición de la apertura de la temporada de pesca de la trucha. Hasta en eso han sabido los sorianos ser los pioneros con su "Campano".

Llegado a cierta edad, y sin que ello suponga dar a entender que uno es viejo..., dejémoslo más bien en "mayor o interesante", es irremediable que estén muy presentes en mi cabeza muchos recuerdos añorados de la niñez. Así, recuerdo como si fuese ayer las aperturas de temporada, allá cuando en toda España la apertura tenía lugar el mismo día, el tercer domingo de marzo. Pasábamos el invierno entretenidos con todo cuanto sirviese para alimentar la ilusión del deseado día, cumpliendo un rito que finalizaba con la apertura soñada. Cualquier cosa servía: arreglar las botas, engrasar los carretes, cambiar las líneas, reponer cucharillas y moscas o leer lo poco que por entonces caía en mis manos sobre pesca y pintonas. A todo esto acompañaba también la exploración del río, en un intento de querer adivinar el misterio que las aguas esconden en los fríos meses invernales en los que nuestras amigas las truchas aprovechan para perpetuar su estirpe. Buscábamos así el mejor lugar para la desveda, intentando alejarnos de la avalancha de pescadores que, como por arte de magia, aparecían ese día en las orillas del río para desaparecer pocos días después fruto de la falta de afición para bien de las truchas. Era todo un ritual que culminaba en unas horas, tan solo unas horas, que habían merecido el sueño de todo un invierno.

En la actualidad ese rito se ha perdido, contribuyendo a ello los intensivos en los que se pesca todo el año; pero sobretodo, las distintas fechas para las aperturas. Ahora ya no hay una, hay tantas que esa ilusión, ese ritual, se ha diluido entre todas.

Como cito en mi libro "Destinos de un Trotarríos": "La apertura en sí era un día en el que todo pescador que se preciase de serlo tenía que asistir al río, fuese cual fuese su estado o el del tiempo. No importaba si se tenía fiebre o si el día salía con nieve, lo importante radicaba en no faltar a la cita de la apertura. Y no porque el día fuese el mejor de la temporada, si hubiésemos pensado en eso nos hubiésemos quedado en casa, sino porque era el último escalón de ese ritual y el primero de toda una larga temporada que comenzaba en ese mismo instante". "En este sentido -refiriéndome a la apertura- viene a ser como la noche de bodas, hay que cumplir sea como sea, aunque después hayan muchas noches, -en nuestro caso jornadas-, que lleguen a ser mucho más memorables". También, y como si de una premonición se tratase, en el capítulo dedicado al Ucero termino diciendo: "Unas horas más tarde, ya en la habitación del hotel, la campana de un reloj dando los cuartos me ayudó a coger el sueño".

 Por eso quiero destacar el logro del "Club Deportivo de Pesca Campano Soriano" conseguido con la iniciativa del  "Campano Soriano". La idea que nació hace ahora diez años, ha hecho reavivar la ilusión por la apertura de la temporada truchera, convirtiéndose en la verdadera fiesta de la trucha, y recuperando así una vieja tradición, el auténtico ritual de la apertura de una nueva temporada de pesca. Lo ha hecho además sabiendo adaptarse a los tiempos, apostando fuerte en la pasada edición con la norma de que todas las capturas fuesen devueltas con vida al agua, la conocida como "pesca sin muerte", don que honra al pescador que la practica. El temor a que esa iniciativa llevara al fracaso al "Campano" ve en esta X Edición la recompensa del trabajo bien hecho con la presencia y participación de muchos aficionados llegados desde diversos lugares de la geografía nacional.



 No quiero alargarme, pero antes de terminar y dar por concluido mi pregón, no quiero hacerlo dejándome algo importante en el tintero. Dicen los juristas que: "Además de tener razón, hay que saber demostrarla y luego que te la quieran dar". Pues bien, el "Campano" tiene toda la razón para seguir adelante, y que no es otra que la de impulsar a través de la pesca de la trucha a esta provincia castellana, dando a conocer sus tradiciones, sus inmensos valores, sus infinitos paisajes de tranquilidad, la bondad de sus gentes y por supuesto la calidad de sus truchas. Sabe demostrarla, año tras año, edición tras edición, con el buen hacer organizativo y las innovaciones a los que el tiempo obliga. Pero queda el que te la quieran dar, y es aquí adonde apelo a las administraciones sorianas a que sigan apoyando como lo han venido haciendo hasta hoy, a este proyecto y todos cuantos tengan como finalidad dar a conocer que la grandeza de Soria reside en su sencillez, en su infinita sencillez, y háganla perdurar. Cuenten siempre con las gentes del "Campano", no duden de su experiencia y ténganlos presentes en la gestión de la pesca en los ríos sorianos, seguro que les aportarán la visión que quizás nadie pueda darles.

 Que las campanas sorianas os ayuden a coger hoy el sueño, y que San Saturio desde su Santuario junto al padre Duero, de mañana la bendición a todos cuantos se aventuren a conseguir el tan preciado "Campano". Suerte para todos y larga vida al "Campano".


Soria, 31 de marzo de 2012
X Edición del Campano Soriano

Roberto Coll Alcalde

1 comentario:

rosa maria dijo...

zorionak,primo,me ha encantado y eso que yo no soy de pesca ni de caza, gran pregon.un abrazo